Los dueños de la tierra.

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En las últimas ediciones de la Feria del Libro de Bs. As., entre las novedades y nuevas tendencias que mas llamaron la atención, estuvo la polarización del mercado editorial. Por un lado un puñado de grandes jugadores transnacionales que agrupan cada vez mas sellos concentrando el sector, con Penguin Random House Grupo Editorial como estrella (los pinguinos, siempre los pinguinos). Por el otro lado pequeñas editoriales boutique que encuentran su nicho y se agrupan para poder sobrevivir, como hicieron Caja Negra, Beatriz Viterbo, Eterna Cadencia, Katz, Entropia y Adriana Hidalgo. Ademas de algunos stands de dudoso aporte a las letras y la cultura, que por bizarros se llevaron varias miradas, otra tendencia que se afirma es la explosión de la gráfica en los libros. En este marco se editaron varias reediciones de clásicos con un valor agregado -las imágenes- a lo que fácilmente hoy se puede descargar por internet. Había cosas muy buenas, pero como todo libro en papel ilustración, el precio es salado. Me decidí por una edición económica de Ediciones de la Flor. Los dueños de la tierra de Viñas hecho comic.

La novela de Viñas describe la trayectoria de Vicente Vera. Un joven dirigente radical convocado por el viejo Don Hipolito para resolver los conflictos que se sucedían en la patagonia durante los años `20. Luego de una primera intervención exitosa, donde las demandas obreras son aceptadas, -ya pasado el tiempo de la esquila- la patronal viola los convenios firmados y se desata nuevamente el conflicto. Vera pasa de la ingenuidad a la impotencia, y de esta a la necesidad de tomar partido. En medio del conflicto entabla una relación con Yuda, una mujer medio anarquista de hace de su alter ego ideológico.

Viñas escribe en un momento  de cuestionamiento de la cultura burguesa, que él mismo reconoce como autocuestionamiento. Esta novela le sirve para verbalizar su viaje de corrimiento del radicalismo hacia la adopción de posiciones mas definidamente marxistas en la puerta de los años 60. Lo hace desde el relato de una historia que tiene algo de personal, ya que su padre -Ismael Viñas- había sido enviado como mediador por Hipolito Yrigoyen al sur del país. Es una crítica a la incapacidad de enfrentarse, de asumirse en una vereda de la estructura social. Lo que algunos llaman el callejón sin salida de la política radical de equilibrio o de justo medio. Ser neutral, arbitro, estar por encima de los intereses ¿Se puede atravesar a pie un océano y salir por la otra orilla seco? Sin embargo Viñas se las arregla para no caer en la representación de buenos y malos, y le da complejidad a los actores y a los hechos que sucedieron en esa patagonia rebelde. La moraleja sería: como la acción bien intencionada de algunos hombres no resuelve conflictos de fondo. Solo lo hará una acción revolucionaria que transforme las estructuras de la sociedad.

Perteneces a un partido de señoritos que por un lado se derriten por los verdaderos señoritos y que harían cualquier cosa por imitarlos y ser igual a ellos. Y, que por otro lado, se enternecen con los que están abajo.

…si ser ecuánime… es no estar con nadie, es estar como suspendido en el aire… Esa equidistancia tuya en no vivir, hijito. Ahora sos un hombre al que han engañado. Nada de neutralidad ni de jueces equilibrados, ni de estatuas con los ojos vendados… ¡Bien abiertos los ojos! ¡Se acabaron los neutrales! (…) Ya no sos vos el que resuelve, son ellos los que te sacan de ese pedestal de cartón pintado(…) Tu puesto está en dar la cara por esos tipos que alguna vez confiaron en vos.

La política se hacia con hombres, con amigos, no con sociedades anónimas; este, aquel y el de mas allá , que daban esto, vivían en la calle Brasil o en la de Artes y hablaban estirando los labios o por el costado de la boca y tenían viruelas o cargaban revolver o mantenían caballos en Palermo. Y uno los apoyaba por ser el hijo de fulano o porque el caudillo conservador de Cañuelas era confitero o medico y no abogado o porque de chico uno había jugado con el hijo del jefe de la estación que era radical. Y ellos hacían favores; desde una cama en un hospital hasta el consulado general en Hamburgo. Y eran silenciosos o gritones y uno les conocía los sobre nombres o los hijos naturales. Pero cualquiera de esas cosas se podía tomar entre los dedos para palparlas porque no se escurrían. Y uno los atacaba cuando los odiaba o se hablaba mal de ellos en los cafés o en las esquina, o se los calumniaba. Pero cualquiera sabia que aquel estaba allí y el otro, del otro lado, sin misterios ni complicaciones. Aún de los que «pegaban el salto»cuando su propio partido dejaba de ser oficialista. Y hasta se lo podía insultar en la Cámara, pero saludarles en la calle o en el club. Eso, antes y con don Hipólito. Y en eso consistía la política: amistades, muchos amigos, conversar, conseguir votos, hacerse querer por la gente, conocer de memoria sus nombres y parientes, llegar a ser diputado, saludar a otra gente por la calle, sonreírse y batirse con alguien si jorobaba, tener mas amigos, reconocerse entre ellos, distintos a los demás y parecidos entre si, para hablar con melancolía de las revoluciones en las que uno había estado o recordar los colegios o ciertas enfermedades comunes o los profesores comunes, y tocar la guitarra quien supiera.»        

Los dueños de la tierra, de David Viñas.

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Adaptación: Juan Carlos Kreimer. Ilustraciones: Dante Ginevra Ediciones de la Flor, 2010.

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